En esta sección se reproducen poemas en sus diferentes formatos y soportes. Se trata de un archivo de textos, voces, videos, performances.

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Estación Pringles

                                             Declamar no es gritar. No, en todo caso, es hablar con afecto y con vehemencia.
                                                                                                               Declamadora de Pringles.

 

En el año 2006 nace Estación Pringles,[1] un proyecto artístico y colectivo ideado por los escritores Arturo Carrera y César Aira, los artistas Alfredo Prior y Juan José Cambre y la gestora cultural y traductora Chiquita Gramajo (más todxs aquellxs actores que se fueron sumando, incluso a la hora de cortar el pasto, revocar y pintar las instalaciones del ferrocarril y de la escuela rural de Quiñihual, recuperadas por el proyecto para acciones artísticas y colectivas diversas). Entre las acciones desplegadas en la localidad de Coronel Pringles y sus alrededores (Sudoeste de la provincia de Buenos Aires), se encuentran las llevadas a cabo por las Declamadoras de Pringles: un conjunto de mujeres docentes y niñas de Coronel Pringles que, en el marco del proyecto, son invitadas a recitar poesía en el espacio público de la localidad y en instancias de talleres o de presentaciones ya por fuera de Pringles, como fue el caso de la actuación realizada en el 2011 en Fundación Proa o en el Centro Cultural Kirchner, durante el año 2015, ambos ciudad de Buenos Aires.

Ana María Prat, Elsa Arroceda, Norma Martínez, Eleda Pastre, Celia Arroceda (De izq. a der.). Maestras rurales de Coronel Pringles y declamadoras originales de Estación Pringles.

Es así como Estación Pringles convoca a la artista Vivi Tellas a acompañarlas en sus puestas en escena, de las cuales una de ellas se llamó “Caravana de Declamadoras”. Esta consistió en el recorrido de mujeres y niñas por distintos puntos emblemáticos de la ciudad de Pringles, como el viejo matadero construido por Francisco Salamone en la década del ‘30, donde recitaron poemas y conversaron con el público allí presente, poniendo el acento en los distintos puntos de encuentro y desencuentro de la memoria colectiva. “Antepuesta a la consabida práctica de los payadores de las fiestas de la tradición y a las procesiones de gauchos y caballos”, nos dice el poeta Arturo Carrera, “las caravana de mujeres que declaman viene a rescatar la trascendencia de una transmisión de la poesía oral realizada desde antaño por mujeres”. Y, a su vez, “poesía y memoria pone en un espacio central la voz de las mujeres, vuelve a poner de relieve la importancia que tuvieron en la propagación de la poesía y el acento en la memoria, en la práctica de la memoria para el aprendizaje de la  poesía en la infancia como archivo espiritual” [2](Carrera 2013: 65: ).

 


Declamadoras en caravana. Coronel Pringles, 2007.

Cada nuevo poema que las Declamadoras recitan exige no solo una revisión de las operaciones de lectura y de las tradiciones selectivas que funcionan en la literatura cuando esta ocurre y circula mediante formas, textualidades y corporeidades alternativas al libro y a las instituciones académicas. Decir en voz alta poesía de otrxs y con otrxs, en la calle o en la escuela, y lejos de los grandes centros letrados, también exige una revisión de los recursos sensibles, y por qué no, técnicos disponibles para abordarlos. “Toda la poesía se puede declamar, porque la declamación, en todos los tiempos, ha sido útil para darle vida, relieve, brillo u opacidad a los versos de innumerables poetas. Algunos consagrados, otros desconocidos, la declamación ha revelado detalles rítmicos, puntos en que la poesía se vuelve prosa y prosa donde la poesía transforma, por medio de acentos y detalles específicos, las voces de quienes las dijeron y de los que las escribieron: “dice”, música al fin, como dice el poeta grillo: música porque sí, música vana” (Carrera, p. 66).

El poeta allí también nos recuerda que la declamación alcanzó un momento culminante durante el periodo de la poesía modernista en toda Latinoamérica y España. Tuvo una diva central que la impuso y la puso de moda y hasta creó escuelas de declamación en todo el continente americano, Berta Sigerman, amiga de los poetas más importantes de su época (Lorca, Neruda, Mistral, Storni, Ibarbourou, etc). Poemas que, si bien ante los oídos de los aparatos de lectura vigentes suenan “viejos” u “oxidados” por su aparente desuso, la puesta en voz y su escucha los reactualiza con sus intervenciones hasta, inclusive, hacerlo sonar otros diferentes.


Volante de divulgación del segundo concurso de declamadoras regionales organizado por Estación Pringles en el año 2008. El mismo convocó a declamadoras de toda la región de la provincia.

Por otra parte, si bien lo que ocurre en su actuación es un viaje en el tiempo, una suerte de retorno en caravana de la oralidad y gestualidad más vieja y más ignota, es posible detectarlas aún hoy en día, por ejemplo, en las canchas de futbol.[3] Y no sólo eso. También supone un viaje hacia la poesía “más útil: la poesía del “corazón””. Recitar, nos señala Arturo Carrera, “era una entonación intermedia entre la declamación y el canto. Pero la declamación es la más dramática de las entonaciones para asegurar las partes de un poema y hacerlas más visibles a la imaginación y más audibles a los sentidos” (Carrera, 65). “Son como las pequeñas parcas de nuestra infancia”, continúa, “las niñas, las viejas, las mujeres del poeta Rósewicz: las mujeres buda, las mujeres mala, las que propagan, las que perduran, las que le hablan a la sopa, a las plantas, a los higos, a las bestias, al fuego: las que gritan lo que sienten, las que todo lo transforman en lujo, en puntilla, en espuma, en tempura de las sensaciones” (Carrera, 65-67).

Madres e hijas sosteniendo una tradición poética desde una de las tierras “más ricas” del planeta en términos productivos, como es Coronel Pringles, territorio ubicado en el corazón de lo que ha de llamarse “la pampa húmeda”. Mientras en esta se acumulan cereales y soja en silos a granel, las declamadoras diseminan aquí y allá palabras y gestos con las lógicas del intercambio del archivo poético, para que otras memorias del territorio y de la literatura florezcan. Este es también el “Campo nuestro” que la voz de Alicia Gómez recupera del desierto bonaerense que su autor, Oliverio Girondo, describe en el texto de 1946, sin saber que “el fantasma de la voz” (Monteleone 1999) de Alicia, pero también de tantas otras,[4] ya lo estaba acechando en el siglo siguiente. Porque mientras la poesía anticipa un pasado inminente, la voz y sus inflexiones en la escritura, pueden alojar las semillas que del silo se cayeron o, lo que es peor, se descartaron. Desde el descarte, entonces, también estas voces emergen, al rescate, incluso, de un linaje cultural al cual, ya sea por continuidad, por ruptura o por ambos, nunca deja a la poesía en reposo. Como la caravana de declamadoras o como el tren a cuyas voces también nos regresan, poesía y memoria colectiva ponen en marcha la palabra como acción y como aliento, nada más ni nada menos, que al recuerdo inconcluso y borroso de la lengua propia (Monteleone: 153). Tanto los silencios y lagunas que escucharemos en el material de archivo aquí compartido, como los pasos rumorosos, las manos inquietas y las sombras de las declamadoras proyectadas a lo Malevich sobre un fondo blanco, suman repertorio a estos movimientos, al mismo tiempo que construyen paisajes nuevos y conectan territorios de la escucha que hasta entonces no habían sido conectados. Como diría el poeta, otro “teatrito dentro del poema”. Como diría yo, un efecto de lectura crítica realizada desde otro escenario: el archivo y el repertorio (Taylor 2015).

Y, como “en estos casos la voz no existe sin escucha” (Porrúa 2011: 154), pongámonos a escucharlas con sus propias vocalidades y caligrafías invisibles. Con ustedes, algunas de las actuaciones de las Declamadoras de Pringles.

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Fragmento de “Campo nuestro” de Oliverio Girondo por Alicia Gómez, declamadora original de Estación Pringles
Lugar: CCK, Buenos Aires
Año: 2015
Duración: 4' 38''

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“Romance más poderoso que la muerte” (poema anónimo)
por Esterlina, declamadora original de Estación Pringles
Lugar: Centro Cultural Kirchner/ CCK, Buenos Aires
Año: 2015
Duración: 2'13''

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“Reír llorando” de Juan de Dios Peza por María López Vargas, declamadora original de Estación Pringles
Lugar: Centro Cultural Kirchner/ CCK, Buenos Aires
Año: 2015
Duración: 6' 53''

 

 

[1]              El proyecto contó con el apoyo de entidades extranjeras o privadas, como la Fundación Príncipe Claus, por ejemplo, y con organismos del Estado vinculados a la cultura y a la educación. Con la nueva escalada neoliberal, en el año 2015 el proyecto se disuelve por falta de subsidios. La deserción casi absoluta de comunidades como las de Quiñihual, Partido de Coronel Suárez, en las que solo vive un habitante, es recorrida y filmada con camionetas 4x4 como turismo exótico rural. Nace el nuevo desierto. Mientras tanto, la poesía nos vuelve a repetir a coro “Aquí tampoco no hay nadie/Aquí tampoco no hay nadie” (Carrera 2008, 47).

[2]              En algún que otro encuentro con Arturo Carrera, el poeta ha contado que uno de sus comienzos con la poesía fue durante la escucha de los versos de Rubén Darío en la boca memoriosa de su maestra de grado.

[3]              Los poemas de Omar Chauvié han puesto sin dudas a prueba este campo de escucha rítmica y gestual del lenguaje. En el taller “1922-2022. Las vanguardias poéticas latinoamericanas a 100 años de las vanguardias poéticas latinoamericanas” (CCESV, Junio, 2022) el crítico y poeta Martín Prieto también nos recordó que en la poesía oral popular hay rastros ineludibles del modernismo rubendariano. Estas voces de Pringles, por lo visto y por lo escuchado, no son tan viejas.

[4]              Respecto a esta pluralidad fantasmática que recorre la historia de la poesía nacional y latinoamericana, María Moreno, una de las cronistas invitadas a Estación Pringles a cubrir el evento del 2007 y a participar como escritora tallerista, nos dice: “Victoria Ocampo rabió por no poder seguir los pasos de Marguerite Moreno y dedicarse al teatro, pero le ponía el cuerpo y la voz a la Perséfone, en eso no se diferenciaba de las declamadoras populares que, sin salir del comedor diario, podían probar una gloria que duraba una fiesta de cumpleaños y cuyo público solía tener su misma sangre” (En “Joyas y titanes de la poesía”. Suplemento Radar, Página 12. Domingo, 4 de noviembre del 2007. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4231-2007-11-04.html). Son muchas, cada vez más, las voces de mujeres que recorren como fantasmas los estantes de nuestras bibliotecas mientras dormimos con las letras impresas. Incluso, los estantes y los moldes de nuestras propias voces.

 

Referencias utilizadas:

-AA.VV (2013). “Jornadas Poesía y memoria. Encuentro de declamadoras”. Estación Pringles, Espacio Quiñihual. Buenos Aires: Longseller; pp. 65-71. Disponible en: https://issuu.com/romivespasiano/docs/libro_estaci__n_pringles
-Carrera, Arturo. Las cuatro estaciones. Buenos Aires: Mansalva.
-Monteleone, Jorge (1999). “Vos en sombras: poesía y oralidad” en Boletín del centro de Estudios de Teoría y crítica literaria, N°7. Disponible en: https://cajaderesonancia.com/index.php?mod=archivo-critica&view=detalle&id=105
-Porrúa, Ana (2011). “La puesta en voz” en Caligrafía tonal. Ensayos sobre poesía. Buenos Aires: Entropía; pp. 147-206. Disponible en: https://cajaderesonancia.com/index.php?mod=intervenciones&section=6
-Taylor, Diana (2015). El archivo y el repertorio: La memoria cultural performática en las Américas. Chile: Universidad Alberto Hurtado.

 

Curaduría: María Eugenia Rasic
Actualización: 21/ 09/ 2022